Umberto Saba nació en Trieste en 1883 y murió en Gorizia en 1957.
Entre otros libros, ha publicado: Casa e campagna, Trieste e una donna y Preludio e fughe.
En español: Casa y campo/Trieste y una mujer, La Poesía, señor hidalgo, Barcelona, 2003.
EL ARBOLITO
Hoy el tiempo es lluvioso.
Semeja el día un atardecer,
semeja la primavera
un otoño, y un gran viento devasta
el arbolito, que está –y no lo parece– firme;
parece entre las plantas un jovencito demasiado
alto para su demasiado verde edad.
Tú lo miras. Te apiadas
quizá de todas esas cándidas flores
que el bóreas le arrebata; y son frutas,
son dulces conservas
para el invierno esas flores que entre las hierbas
caen. Y se compadece tu vasta
maternidad.
L’ARBOSCELLO
Oggi il tempo è di pioggia.
Sembra il giorno una sera,
sembra la primavera
un autunno, ed un gran vento devasta
l’arboscello che sta –e non pare– saldo;
par tra le piante un giovanetto alto
troppo per la sua troppo verde età.
Tu lo guardi. Hai pietà
forse di tutti quei candidi fiori
che la bora gli toglie; e sono frutta,
sono dolci conserve
per l’inverno quei fiori che tra l’erbe
cadono. E se ne duole la tua vasta
maternità.
Entre otros libros, ha publicado: Casa e campagna, Trieste e una donna y Preludio e fughe.
En español: Casa y campo/Trieste y una mujer, La Poesía, señor hidalgo, Barcelona, 2003.
EL ARBOLITO
Hoy el tiempo es lluvioso.
Semeja el día un atardecer,
semeja la primavera
un otoño, y un gran viento devasta
el arbolito, que está –y no lo parece– firme;
parece entre las plantas un jovencito demasiado
alto para su demasiado verde edad.
Tú lo miras. Te apiadas
quizá de todas esas cándidas flores
que el bóreas le arrebata; y son frutas,
son dulces conservas
para el invierno esas flores que entre las hierbas
caen. Y se compadece tu vasta
maternidad.
L’ARBOSCELLO
Oggi il tempo è di pioggia.
Sembra il giorno una sera,
sembra la primavera
un autunno, ed un gran vento devasta
l’arboscello che sta –e non pare– saldo;
par tra le piante un giovanetto alto
troppo per la sua troppo verde età.
Tu lo guardi. Hai pietà
forse di tutti quei candidi fiori
che la bora gli toglie; e sono frutta,
sono dolci conserve
per l’inverno quei fiori che tra l’erbe
cadono. E se ne duole la tua vasta
maternità.